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MASCARADA DE SOBREMESA

TRIBUTO A UN INCÓMODO SILENCIO ENTRE ENSOR Y SOLANA

¿Qué conversación hubieran tenido Ensor y Solana si se hubieran sentado a comer en la misma mesa?. De la imposibilidad de imaginar tal conversación, tuve la necesidad imperiosa de dibujar esa situación en mi cuaderno de viaje. Sentados el uno frente al otro, intentar plasmar de algún modo ese incómodo silencio que creo surgió y surge a día de hoy entre estos dos enormes pintores.
Bien es cierto que muchos historiadores cuando escriben sobre José Gutierrez Solana al menos, sacan a colación el nombre de Ensor para mostrar ciertos paralelismos en su trabajo. Pero poco o nada se sabe de la opinión que realmente tuvieron el uno del otro. Eso provocaba una pequeña angustia en mí lo suficientemente importante como para intentar paliarla trabajando sobre el asunto. Tuve claro que quería realizar una escultura. a tamaño real de aquella escena. Creo que sería la mejor forma para intentar cristalizar la tensión que se hubiera mascado en el ambiente al sentarlos frente a frente. ¿Cuál hubiese sido el menú que hubieran compartido? Seguramente carne poco hecha para Solana y algún pescado blanco para Ensor. Lo que tenía claro es que tendrían que compartir un manjar de caretas, un enorme montón de máscaras jugosas, o incluso putrefactas, llena de diablos, calaveras, bufones deformes, esperpentos peripatéticos, quizá alguna bruja, mujer pájaro o lagarto. Rostros vacíos desparramándose por toda la mesa como plato principal, o para acompañar el silencio de los postres entre estos dos inquietantes pintores. En el camino, en la elucubración o proyección de esta “mascarada de sobremesa”, van surgiendo en mi mente las mil máscaras que habrían pintado conjuntamente, quizá las que nunca hubieran pintado o imaginado. Las “ciento y un” máscaras van apareciendo en otras obras complementarias, satélites, además de las derramadas sobre esta mesa. Éstas, no sólo les delataría o desnudaría (como quien pone todas las cartas sobre la mesa ), sino que, en este caso, generarían un montículo en el centro de la tábula, dificultando el contacto visual entre ellos, y quizá impidiendo así, aquella conversación entre los mayores pintores del esperpento. SENTADOS, SIN SILLAS. Por si no quedaba claro de este modo el incómodo silencio o la impo- sible comunicación del forzoso encuentro, otro símbolo que se me ocurrió para acentuar esa tensión silenciosa entre el pintor belga y el español, lo en- contré quitando las patas de la mesa y las sillas que les sostendrían. Ambos pintores se mantendrían (se mantienen) “sentados” en el aire, en un extraño e imposible equilibrio. Parecen sostener con sus rodillas toda la mesa que los une y separa al tiempo. Esa “mascarada de sobremesa” entre los dos pintores me sirve para desarrollar toda una nueva serie que, bajo el subtítulo “Tributo a un incómo-do silencio entre Ensor y Solana”, muchos símbolos e influencias que el car- naval y la máscara tiene en mi trabajo, encuentran en la incógnita o misterio, un motor creativo de base. El silencio que subyace entre estos dos pintores del esperpento, articula así esta nueva serie que me involucra con mis raíces más profundas.
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